Aprovechemos el Senado para profundizar en la democracia

El actual Senado es sin duda una cámara legislativa desaprovechada. El concepto de segunda lectura (después del Congreso de los Diputados) sobre el que pivota fundamentalmente parece insuficiente para darle sentido y las reformas para acercarlo a la función de cámara territorial se han quedado cortas. Pero ello no quiere decir que el Senado no pueda ser útil en nuestro sistema democrático. Al contrario, es seguramente una de las instituciones donde hay más recorrido para innovar, para actualizar nuestra democracia y lo tenemos que aprovechar a partir precisamente de su propia naturaleza. El Senat tiene dos características electorales básicas: la homogeneidad territorial que le da la igualdad en la representación de las circunscripciones (4 senadores por provincia) y la elección directa de los senadores mediante listas abiertas. Hagamos pues de estas característicaes sus fortalezas, hagamos de ellas el atributo de un nuevo Senado, puerta de la España federal y la participación ciudadana.

Comunidades autónomas (que también eligen senadores a través de sus Parlamentos), municipios y diputaciones deben sentir que el Senado es la cámara que les representa y que les da un papel: escenario simbólico de la España plural (plurinacional, pluricultural, diversa geográfica y económicamente) y de los pactos entre territorios y de los territorios con el gobierno central. Para conseguirlo sólo hace falta que el Senado sea cámara de primera lectura (donde se inicia y termina el trámite de las leyes) para todo aquello que tiene que ver con el Estado de las Autonomías y el municipalismo, con sus competencias y su financiación. Y que los grupos parlamentarios no sean de partidos sino por CCAA, cosa que, por otro lado, obligaría a hallar el acuerdo entre los senadores de una misma Comunidad y al tiempo cambiaría el rol de los partidos dentro del Parlamento. Este enfoque se puede subrayar haciendo coincidir la elección de los senadores no con la de los Diputados al Congreso sino con la de los Parlamentos autonómicos, de forma que el Senado no podría ser disuelto por el Presidente del Gobierno y simbolizaría la permanencia del Estado de las Autonomías.

Pero el Senado de las listas abiertas también puede ser el espacio parlamentario donde, en la segunda lectura de las leyes del Congreso o en las de primera lectura en el Senado, se dé participación directa a los no parlamentarios: más allá de la iniciativa legislativa popular, se tendría que poder regular la presencia efectiva en Comisión e incluso en el Plenario de representantes sociales que aporten su impulso, su conocimiento y su sensibilidad al debate legislativo.

Cambiar las cosas siempre es difícil y más si eres un recién llegado, pero los últimos procesos de reforma constitucional nos han confirmado que si se quiere se puede. Para mi, intentar cambiar el Senado en estas direcciones será una prioridad. Otros quizá no querrán y tendrán la mayoría para no hacerlo, pero mi compromiso será firme para que como mínimo un proyecto alternativo de Senado nazca del grupo de la Entesa.